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#13 Los paliativos de la web muriente
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En el número de hoy...
Los paliativos de la web muriente
La mierdificación nos trajo aquí, internet se convirtió en una industria del contenido y ahora escapar no basta: hay que demoler la prisión algorítmica
El mes pasado Google perdió en un solo día 150.000 millones de dólares. Un testigo intentaba defender a la compañía en el juicio en el que se dirime si es o no un monopolio en el mercado de los buscadores.
El argumento que empleó el testigo hizo que las acciones de la empresa se hundieran inmediatamente un 7,5%. Dijo, básicamente, que el dominio del buscador en el mercado era disputable, y lo refrendó con datos: en abril el número de consultas a Google realizadas desde Safari (el navegador por defecto de dispositivos Apple) había caído por primera vez en la historia. Una posible razón, por si no lo sospechas: la IA.
Algunos usuarios jóvenes han sustituido a Google por TikTok como buscador, y el SEO ha hecho que, paradójicamente, los resultados sean irrelevantes. Google ya no es útil si para encontrar lo que busco tengo que superar seis páginas de basura, normalmente de medios de comunicación retorciendo el lenguaje y matándose por medio byte de mi atención. El trabajo sucio de separar el grano de la paja lo hace mejor la inteligencia artificial generativa, más allá de sus peligrosísimas alucinaciones.
En esta ocasión, Google reaccionó rápido con un comunicado en el que matizaba que el número de consultas a Google en el cómputo global seguía creciendo. La compañía se recuperó del bache bursátil en sesiones posteriores. La semilla, sin embargo, ya estaba plantada: cada día hay más voces de que alertan de la muerte de la web tal y como la conocemos.
Pero no es la primera vez que vemos morir la web.
Preámbulo
Varias ideas para entender el proceso en el que está hoy sumergido internet.
La mierdificación. Acuñada por el periodista y escritor Cory Doctorow hace unos años, es la mejor síntesis hecha hasta la fecha de cómo las oligarquías digitales están ocupando y cooptando el espacio digital.
Te atraen con miel, te retienen con esposas. Una vez entras dentro de sus plataformas (Facebook, Instagram, X), estas entran en declive porque la prioridad dejas de ser tú: la prioridad pasan a ser primero sus anunciantes, y más tarde sus propios ingresos.
Ese proceso en el que pierdes el protagonismo es la enshittification, que además explica cómo las plataformas aprovechan tu FOMO (el miedo a perderte cosas) para elevar el ‘coste’ que tiene abandonar las redes sociales. Si dejas Instagram dejarás de estar al día de tus amigos. De ahí la importancia de acciones colectivas.
La teoría del internet muerto. Es una teoría con tintes conspiranoicos que promulga que desde hace casi una década apenas interactuamos con otros humanos en la red. Es cierto que desde hace años el tráfico de bots en la red iguala o supera al tráfico que generamos los seres humanos.
Un bot en la red puede ser una impresora conectada a tu wifi que ha sido secuestrada para hacer ataques de denegación de servicios, pero también son los spiders con los que Google u otros buscadores indexan la web o con los que empresas de IA generativa roban contenido para entrenar sus modelos. Estos últimos, por cierto, están ocasionando enormes gastos a pequeñas páginas.
El bosque oscuro digital. La paradoja de Fermi lanza una pregunta incómoda: si las probabilidades de que existan civilizaciones extraterrestres avanzadas son tan altas, ¿cómo es que no las hemos detectado? El escritor chino Cixin Liu, en su trilogía El problema de los tres cuerpos, desarrolla la teoría del bosque oscuro: el universo guarda ese silencio cósmico porque cada civilización es un cazador oculto entre los árboles, nadie puede confiar de las intenciones de los demás. El silencio es miedo a ser detectado.
En el ámbito digital se ha hecho una adaptación de esa teoría: hay gente abandonando las plataformas que se reivindicaban como “plazas públicas” (en realidad, centros comerciales), sustituyéndolas por comunidades atomizadas y pseudoprivadas. Buenos ejemplos son los servidores de Discord, los grupos de chat. El auge de este tipo de relaciones es lo que se ha venido a conocer como el bosque oscuro digital.
De la web liminal a la industria del contenido
Una cuarta idea. Internet ha perdido su condición de liminalidad. El filósofo David Casacuberta me dijo hace años que internet había perdido su capacidad utópica. Ahora que se ha popularizado el concepto de espacio liminal creo que se puede hacer un traslado con ese concepto a lo que representó la web. Era un espacio de frontera, un umbral entre lo que era y lo que podía ser.
Internet era un espacio liminal porque todo estaba por construir. Una banda de música podía hacer su página oficial, pero esta podía ser peor que la que ya le había hecho un aficionado. Nos comunicábamos mediante protocolos abiertos. Construíamos foros, blogs, chats. Se estaba inflando la primera burbuja de las puntocom y la web era un espacio abierto en el que los estados ya intentaban intervenir, todavía sin éxito.
Hace quince años empecé a oír hablar de las distopías en las que multinacionales como Meta -entonces Facebook- o Google podrían ser más poderosas que los estados. La distopía se tornó realidad, al menos en el espacio digital. La web ha sido cooptada por megacorporaciones privadas que nos enmierdan día a día.
En el proceso hemos visto cómo todo a nuestro alrededor se etiqueta como contenido. Hay un vídeo de Mozo Yefímovich que profundiza en esta idea mediante una analogía con Inside, de Bo Burnham. Toda la experiencia humana es susceptible de ser contenido, "(…) e incluso el discurso más explícitamente combativo de internet, al quedar reducido a los mismos parámetros del contenido, termina quedando subordinado, cuando no directamente convertido en un objeto de consumo identitario”.
La IA está angustiando a la industria de internet porque podría acabar con la web tal y como la conocemos. La realidad es que la web ya murió una primera vez cuando pasó de ser una red de portales que nos conectaba a ser el contenedor de plataformas y contenidos al que accedemos para evadirnos o reafirmarnos cultural y políticamente.
Esto tiene múltiples implicaciones, y una opción no puede ser el inmovilismo. Hace unos días vi un hilo en una de las redes en las que estoy activo de una persona que animaba a volver a consumir blogs. Pero, ¿cómo puede nuestro consumo por sí solo subvertir la industrialización del contenido? ¿Cómo volver a ocupar un internet libre y abierto si delegamos luchas esenciales, como la que se libra contra la censura de LaLiga y las operadoras?
El mantra del bienestar digital: autoayuda y paliativos
Cada vez hay más voces alarmando sobre la toxicidad de la industria del contenido en la que se ha convertido internet. Sin embargo, esas voces se acaban traduciendo en manuales de autoayuda. Como el auge de los discursos sobre gente tóxica, ahora hablamos de pantallas tóxicas. Hablamos de muchas cosas, menos de lo que hay en el fondo: algoritmos perversos y multinacionales haciendo negocio con nuestro tiempo.
Cada vez se habla y se escribe más sobre bienestar digital, pero se hace con discursos cronificantes. Como si lo que pasara fuese inevitable. Como si lo único que pudiésemos hacer fuese aplicar paliativos a un enfermo terminal. Son soluciones individuales a problemas estructurales. Hace unos días el Ministerio de Sanidad lanzó una campaña titulada Qué nos pasa en el que pretendían generar una conversación sobre los malestares cotidianos desde una perspectiva comunitaria. El anuncio fue muy criticado: una mujer con ansiedad por el curro, un chico con insomnio por el precio del alquiler, una creadora de contenido angustiada por el acoso…
Las principales criticas que arreciaron contra el Ministerio de Sanidad tenían que ver con que efectivamente lo que nos pasa es el capitalismo y que el Gobierno de coalición poco hace para revertir las circunstancias ansiógenas que nos atraviesan. Pero este dilema entre psicólogo o sindicato ya debería estar superado (son necesarios los dos) de la misma manera que tenemos que superar el debate en torno al bienestar digital.
¿Quieres desayunar un Lorazepan cada día para aguantar a tu jefe? ¿Quieres dejar un ratito el móvil para que internet no te afecte?
¿Y qué tal encontrar otras maneras de habitar lo digital y de combatir el negocio que las plataformas hacen con nuestras vidas? La pregunta es cómo.
Bosque oscuro: cuando reaccionar es refugiarse
No tengo respuestas claras. Quizá una única certeza: la manera en la que logremos subvertir toda esta basura de dicotomía (distopía mercantilista vs. regulación estatal) pasa por la acción colectiva.
Mis dudas están en cómo abordamos el escape de esta industria del contenido que es la web muriente. Soy consciente de la ironía. Este boletín que estás leyendo es otro ejemplo de contenido identitario: los creamos, los consumimos, nos sentimos satisfechos con nosotros mismos y poco o nada cambia. Hay otros ejemplos todavía más fascinantes. La revista Jot Down se marcó el otro día un articulín con un estupendo diagnóstico para acabar con una volea diciendo que se asociaban con Menéame “no para buscar tráfico, sino para construir una comunidad contralgorítmica” (?).
Con la compra de Twitter por parte de Musk muchos nos embarcamos en esos grandes éxodos a otras plataformas como el fediverso de Mastodon et. al o al ATProto de Bluesky et nadie más. El problema es que estas medidas no pueden servir solo para satisfacer nuestra coherencia o inquietud. Todavía me parece más estéril la idea de que hay que quedarse en X para disputar espacios. Eso lo dicen quienes han construido su medio de vida en torno a las plataformas de terceros. No es su culpa, pero que no se engañen.
Pero mientras la mierdificación es más intensa, mientras la teoría de la web muerta se convierte en realidad, mientras todos nos sumergimos en la maleza del bosque oscuro, todavía habrá gente pululando los claros. Aliviarnos en las burbujas-refugio es útil y necesario. Es fácil habitar internet de otra manera. Otra cosa es que sea útil si lo abocamos todo a una decisión personal. Las plazas controladas por algoritmos no desaparecerán por sí solas.
Prepararnos para lo que venga después
Ahí entra la mayor de todas las contradicciones. Cómo poner pie en pared en la industria del contenido. Cómo llamar activamente al boicot de las grandes plataformas, responsables de tanto malestar mientras tratamos de ampliar nuestro alcance para convertir esa idea en un movimiento de masas.
La conquista del feed es una newsletter alojada en una plataforma de terceros llamada Beehiiv. No es Substack, donde hay vía libre para boletines nazis, pero tampoco es este el paradigma de la soberanía tecnológica. El caso es que si Substack es una herramienta de newsletters tan popular es porque sus algoritmos favorecen el crecimiento de los boletines. Yo mismo me he descubierto haciéndome la pregunta. ¿Y si migro de Beehiiv a Substack? Más allá de la contradicción y del reproche moral que podría recibir, la pregunta clave es: ¿para qué quiero una audiencia?
Paris Marx, uno de los mayores críticos tecnológicos de la red, montó su boletín Disconnect a principios de 2023. Lo migró a Ghost, otra plataforma de boletines, en 2024. Este mismo año volvió a Substack. Las razones fueron financieras y de audiencia. Yo no gano un duro por La conquista del feed, y no tengo planes para ello. Pero, ¿tiene sentido predicar en el desierto? ¿Es útil?
El otro día Cuellilargo, un creador de contenido en YouTube nítidamente de izquierdas, explicaba que su canal de YouTube con más de 160.000 seguidores apenas genera 45 euros por vídeo. Sostiene el proyecto gracias a sus mecenas en Patreon, con los que factura una cifra inferior a los 1.500 euros brutos. Lo de Cuellilargo es un ejemplo común, teniendo en cuenta que su contenido es incómodo para marcas y que el algoritmo de YouTube probablemente no favorezca la difusión de su contenido.
La web está muriendo. La IA va a acabar con mucho del contenido que hasta ahora generaban seres humanos. Las recetas de OkDiario se irán por el sumidero de la historia. Seguramente tu youtuber también. Lo que venga después no será necesariamente mejor. Y seguimos atrapados aquí. Escapar no será suficiente. Hay que derribar este internet.
En No Obstante, el programa de Furor TV, entrevistaron hace poco a otro creador de contenido, Felipez360, y la entrevistadora insistió en varias ocasiones en la idea de si necesitábamos más creadores progresistas para disputar el relato. La respuesta era tan esperada como evidente. Sí. Sin embargo, el propio Felipez animaba a que quien empiece a crear contenido lo hiciese sin expectativas económicas.
Ese planteamiento es razonable. El problema es que con las cartas marcadas de las plataformas no se puede tener ni siquiera la expectativa de que la batalla pueda disputarse. Esto se agrava teniendo en cuenta que, mientras la web muere, la alternativa no puede ser únicamente crear “comunidades contralgorítmicas”, sean cuales sean, si estas no tienen la capacidad de sustituir con efectividad y contundencia a las grandes plataformas.
Destruir
La opinión pública está intervenida por los algoritmos. Replegarnos al bosque oscuro es necesario para poder respirar, pero no es la solución. Quedarnos en las plazas de los oligarcas tampoco. Esperar audacia por parte de las instituciones públicas es quimérico. La web se muere. Lo que venga después será peor. No nos quedemos de brazos cruzados.
Qué hacer. Por mi parte van unas propuestas. Primero, aceptar un programa de mínimos. El fediverso es probablemente el protocolo que mejor encarna todo lo deseable de un internet abierto y libre. No tiene ningún sentido, eso sí, enrocarnos violentamente con discusiones sobre si es mejor Mastodon o sobre si es mejor Bluesky, ni lamentar que una organización política de base siga en Instagram. Los reproches morales solo están bien para sentirse mejor con uno mismo.
Segundo, saltar de lo digital. Hace quince años del auge de Anonymous y de los primeros casos de hacktivismo en España. Además de lanzar ataques DDoS contra las webs de la SGAE, el movimiento también pergeñó iniciativas como la Op Paperstorm. Su nombre da lo que esperas: empapela la calle. Pero no hace falta ni que vayas a la copistería. Habla con tus amigas, con tus vecinas. ¿Por qué no creas una instancia en el fediverso para tu sindicato de barrio o para tu asociación?
Tercero. Contenido. Sí, contenido. Pero contenido respetuoso con que ciertos debates ya estén superados. Que no insulte la inteligencia de nadie. Que no hable de disputar espacios en la plataforma de Elon Musk. Contenido con propuestas e ideas. Las necesitamos. Tal vez un primer paso sea hacer contenido con las preguntas adecuadas. El tema no era irse o no irse de Twitter o qué hacer con la web muriente. El tema era destruir Twitter, destruir Instagram y destruir TikTok. Destruir, en fin. Para poder construir.
En breve…
En el contexto de las protestas en Los Ángeles que Trump quiere aplacar con la Guardia Nacional, los manifestantes están quemando los Waymo, coches autónomos de Google. Saben que tienen cámaras que luego la policía puede utilizar. | Crean una herramienta IA que recopila tus comentarios en YouTube para tratar de predecir dónde vives. Su fin, por supuesto, policial. Aunque lo preocupante es que cualquiera podría utilizar este desarrollo, según cuentan en 404 Media. |
La polémica ley ómnibus que ha provocado la bronca entre Trump y Musk incluye, en una de sus últimas versiones, una moratoria de 10 años en regulaciones IA. En otras palabras: los estados de EEUU no podrán regular la IA si se aprueba. | Más escándalos. Confirman que el Gobierno italiano utilizó herramientas israelíes como las distribuidas por Paragon para hackear los móviles de activistas que ayudan a los migrantes a llegar vivos a sus costas. |
Reddit denuncia a Anthropic por entrenar sus modelos con datos personales de sus usuarios. La plataforma critica que han recopilado datos sin el consentimiento de los redditors, incluyendo posts borrados. | Desde finales de mayo es posible abrir el navegador Edge de Windows sin que te dé por saco con que lo conviertas en tu navegador predeterminado. Es gracias a la Ley de Mercados Digitales de la Unión Europea. |
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