#3 Las redes ultras

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En el número de hoy...

Musk y Zuckerberg quieren llevar Europa a la guerra

Sabía que algún día vería el planeta arder por hombres poderosos, pero no esperaba que fueran semejantes perdedores. Rebecca Shaw escribe ese titular en The Guardian, y es quizá uno de los resúmenes más certeros para todo lo que hemos visto en las últimas semanas.

Donald Trump ganó las elecciones estadounidenses el 5 de noviembre (el mismo día que me despidieron, je) y en cuestión de horas será investido presidente. Elon Musk fue el primero en arremangarse los dobladillos para besar el suelo que pisa su jefe, quien por cierto ya tiene nuevo retrato oficial y la expresión de su rostro recuerda a la que aparece en la ficha policial de cuando fue detenido en 2023.

Musk, propietario de X y fundador de Tesla o SpaceX, no ha sido el único oligarca tecnológico en postrarse ante las botas de Trump. Una viñetista de The Washington Post ha dimitido después de que el periódico le vetara una caricatura de Jeff Bezos, fundador de Amazon y dueño del diario desde 2013. Democracy dies in darkness, la democracia muere en la oscuridad, era hasta ahora el eslogan del medio. ¿El nuevo eslogan? “Narrativas apasionantes para todo EEUU”. Hay cabreo.

Bezos ya no dirige Amazon, pero el gigante del comercio electrónico, conducido por Andy Jassy, se ha apresurado en reducir sus programas de diversidad e inclusión (DEI). La compañía, igual que OpenAI (responsable de ChatGPT) o Meta (propietaria de Facebook, Instagram o WhatsApp), ha donado un millón de euros para la ceremonia de investidura de Trump.

Quizá la que más ruido ha provocado ha sido Meta. Su fundador y CEO, Mark Zuckerberg, anunció hace días cambios en sus políticas de moderación de contenidos. Sin paños calientes: anunció la eliminación de su programa de colaboración con agencias y organismos de verificación de hechos, los especialistas en fact-checking.

El programa nació en 2016 de la colaboración de Facebook con agencias de noticias y organizaciones como AP o AFP. El movimiento era obvio: Zuckerberg necesitaba blanquear la imagen de sus plataformas tras el caso de Cambridge Analytica. Sin embargo, los escándalos no han parado de sucederse.

Los papeles de Facebook que filtró la extrabajadora de Meta Frances Haugen desvelaban lo que eran secretos a voces: que las redes sociales de la multinacional hacían daño a niños y a adolescentes y que la compañía lo sabía (hace años trabajaba en una versión de Instagram para menores de edad).

Ahora el programa de colaboración con los fact-checkers se revierte porque, en palabras de Zuckerberg, estos estaban introduciendo sesgos políticos revisando los contenidos bulos que proliferan en Facebook o Instagram. El programa será sustituido por unas notas de la comunidad similares a las que existen en X, de eficacia cuestionable.

Vamos a volver a nuestras raíces enfocándonos en reducir errores, simplificar nuestras políticas y restaurar la libertad de expresión en nuestras plataformas.

Mark Zuckerberg

De momento esta medida solo se da en EEUU, según ha confirmado Meta a las autoridades brasileñas. Eso sí, las agencias de verificación del resto del mundo ya están poniendo sus barbas a remojar al tiempo que reprochan los desatinos del fundador de Facebook.

Los cambios van más allá de la colaboración con los verificadores. Marta G. Franco hace un estupendo resumen en su newsletter. También Maldita enumera muchos cambios en las políticas de la comunidad de Facebook o Instagram: se podrá decir que las mujeres están locas y los homosexuales enfermos.

Otra newsletter, Platformer, ha informado de que en Meta, a nivel interno, se están dando indicaciones para que semejantes barrabasadas dejen de ser penalizadas y limitadas por los algoritmos de recomendación de contenidos de las redes. Y User Mag publica que Instagram ha restringido estos meses las búsquedas relacionadas con el colectivo LGTBIQ+ a menores.

¿Entonces las grandes tecnológicas ahora son ultras?

Zuckerberg habla de libertad de expresión. En sus palabras: “EEUU blinda constitucionalmente la libertad de expresión, pero en otras regiones como Europa, América Latina y China la situación es cada vez más restrictiva. Necesitamos el apoyo del gobierno estadounidense para revertir esta tendencia global”.

No deja de ser un cobarde. En una reunión con un pez gordo del gabinete de Trump, Zuckerberg prometió que desmantelaría sus programas de diversidad e inclusión y echó balones fuera, asegurando que los instauró en realidad su exjefa de Operaciones. También hace poco dijo que dirigiendo empresas hace falta algo más de “energía masculina” y pidió a Trump que defendiera a Meta de Europa. Comprando su marco, aquí Zuckerberg está derrochando más bien energía de pito pequeño.

¿Entonces? ¿Qué está pasando? Aquí se habla de un asalto al poder de los tecnoligarcas. En el Financial Times se preguntan si es que la gran empresa estadounidense se ha vuelto trumpista y algunas cosas que recoge el artículo son inquietantes: está cambiando incluso la forma de hablar en Wall Street. “Me siento liberado, podemos decir retrasado y cobarde sin que nos cancelen”, decía un banquero.

En una columna en The Wall Street Journal también hacen una lectura mordaz de todo lo que está pasando. Los programas de diversidad e inclusión se han convertido en el chivo expiatorio de un montón de señores que no se atrevían a decirle a otros señores que no se les contrataba no porque el puesto estuviese reservado a una mujer racializada, sino porque simplemente eran unos mediocres.

Es sencillo. Aunque los ultras y buleros de turno estén entusiasmados, lo que está sucediendo supera por mucho el concepto de guerra cultural. Es una cuestión geopolítica y comercial. Y como escribía Marta Peirano en El País, no es que los magnates tecnológicos tengan un cambio de ideología. Es un cambio de actitud.

Todo esto, con TikTok en la cuerda floja

La investidura de Trump coincide con la supuesta prohibición de TikTok en EEUU.

Tranqui, que ahora encajarán las piezas.

Me enteré el otro día por el periodista Manu Contreras de que millones de jóvenes estadounidenses, ante la posibilidad de que TikTok se acabe yendo del país, han migrado a otra red social china, Xiaohongshu, también conocida como RedNote.

Es improbable que el idilio de los usuarios de EEUU con RedNote dure, pero ha dado estampas divertidas, como jóvenes chinos preguntando a los “refugiados” recién llegados si de verdad tienen que endeudarse para estudiar una carrera.

Trump, todavía no se sabe cómo, va a intentar posponer el veto a la red social en cuanto llegue al Despacho Oval. De hecho, el CEO de TikTok, Shou Chew, está invitado a la investidura del presidente.

Hamster GIF by TikTok

Ignoro qué hay detrás de ese movimiento. No se puede descartar que Trump acabe doblándole el brazo a ByteDance (la propietaria de la plataforma china) o que una prórroga para evitar la prohibición de TikTok acabe siendo un favor que quiera cobrarse después.

Hace unos días Garbage Day contaba lo de RedNote y me gustó mucho este párrafo: “Las tecnológicas estadounidenses saben que no están en sintonía con China. Saben que están perdiendo terreno en todo el mundo frente apps como TikTok, Temu, Shein, CapCut y AliExpress”.

“Los legisladores estadounidenses creen ingenuamente que el mercado y la audiencia estadounidenses son lo suficientemente valiosos como para que sirvan como moneda de cambio. Por eso siguen ocupados con disputas regulatorias mientras China sigue conquistando el resto de internet”.

La cosa es que EEUU ya no va a ir solo a por China. Ahora en la diana está la Unión Europea. Pero, ¿cómo? Si el bloque comunitario no participa de la carrera tecnológica. Bueno…

Tambores de guerra

En EEUU se conoce como efecto Delaware a aquellas iniciativas legislativas que acaban provocando regulaciones más laxas, mientras que el efecto California es aquel que hace que sean más estrictas. Reciben esos nombres por la influencia jurisdiccional que tienen esos estados en el resto del país.

El efecto Bruselas, por otro lado, es la capacidad de influencia que había demostrado la Unión Europea por conseguir que sus regulaciones acabaran siendo estándares en otras jurisdicciones del mundo. El concepto fue acuñado en 2012 por una profesora de Derecho estadounidense, Anu Bradford.

Y sí, las grandes tecnológicas están hasta las narices del puñetero efecto Bruselas. De ahí que Mark Zuckerberg sea muy explícito pidiendo a Trump que apoye a Meta y la defienda frente a las “restricciones a la libertad de expresión” que crecen en el Viejo Continente.

No es el único. El CEO de Epic Games, la propietaria de Fortnite, se ha subido a este barco. Tim Sweeney ha sido muy beligerante estos años con Google y con Apple por los jardines valllados que son Android e iOS (y que les obliga a pagar un 30% de cada compra que se hace en Fortnite si lo juegas en esos sistemas).

En la pasada legislatura comunitaria, Bruselas aprobó dos reglamentos cruciales: el Reglamento de Servicios Digitales (DSA) y el Reglamento de Mercados Digitales (DMA). El primero combate las malas prácticas que hacen las plataformas moderando sus contenidos, baneando a sus usuarios, o siendo opacas para investigadores.

El DMA, por el contrario, es una regulación que dota a Bruselas de más herramientas para combatir las prácticas de las tecnológicas contrarias a la libre competencia.

Este último, el DMA, es el que le interesa a Sweeney. Pues va el tío y en un tuit intenta explicar que el DSA y el DMA no es lo mismo: “El DSA es el reglamento que los políticos europeos están intentando utilizar indebidamente para censurar”. Lo dicho: el discurso ya está escrito.

EEUU ha tenido durante años el foco puesto en China. La guerra regulatoria con Europa está a punto de estallar.

Europa sigue a por uvas

La Unión Europea, que ha estrenado nueva Comisión hace apenas unos meses, no parece estar viendo con la misma gravedad lo que está sucediendo al otro lado del Atlántico.

Un ejemplo muy somero. La aplicación del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) recae en las autoridades nacionales de los Estados miembros de la Unión. En los casi siete años que la norma ha estado en aplicación, la autoridad irlandesa de protección de datos no empezó a trabajar de forma diligente hasta hace unos meses.

Que Irlanda empezara a trabajar bien provocó la furia del jefe de Asuntos Públicos de Meta, Nick Clegg. (La última entrega de La conquista del feed, por cierto, versó precisamente sobre el relevo en la autoridad española de protección de datos).

Ahora se sabe que el Supervisor Europeo de Protección de Datos está muy preocupado por la elevada dependencia que Bruselas tiene de tecnología de Microsoft.

Max Schrems, un activista en defensa de la privacidad, no ha podido ser más claro: “Si la Comisión sigue usando Microsoft 365 con una Administración Trump extremadamente hostil (…) básicamente se arriesga a que Trump lea todos los documentos de la Unión en tiempo real”.

Donald Trump GIF by CBS News

Estamos a las puertas de una guerra comercial y regulatoria entre EEUU y la Unión Europea. En el Viejo Continente, cantos de sirena alarman sobre la excesiva regulación. Se espera que a finales de mes la Comisión presente su agenda para impulsar la competitividad económica... Y no se descartan pasos atrás en materia de regulación.

En España pintamos bastos. Velar por el cumplimiento del DSA recae en autoridades nacionales. En nuestro caso, en la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC).

No se habilitó a la CNMC para ello hasta el último Consejo de Ministros del 2024, vía decreto: con casi 9 meses de retraso y una semana después de que la Unión Europea enviara un dictamen motivado a Madrid (un broncón, vaya).

Simona Levi, de Xnet, me comentó en una entrevista que los políticos deben entender que “no podemos seguir siendo clientes de la digitalización, debemos ser actores”. El colectivo presentaba Digitalización democrática, libro fruto de una investigación que le encargó el Parlamento Europeo, y que radiografiaba los nulos esfuerzos que se estaban haciendo en las instituciones por sacar la digitalización de la lógica de la empresa privada.

Rebbeca Shaw decía en The Guardian que se esperaba que el mundo ardiera por culpa de los hombres poderosos, pero que lo que no podía imaginar “y ni siquiera predecir” es que dieran tanta vergüenza ajena.

Los políticos y gobernantes que deberían confrontarlos (al menos a este lado del charco) están pareciendo igual de losers.

En breve…

Entusiasmo por la iniciativa Free Our Feeds. Impulsada por celebridades (desde el fundador de Wikipedia al actor Mark Ruffalo), quieren crear una fundación que de soporte al ecosistema ATProto, donde nacerían plataformas federadas con el protocolo que usa Bluesky.

Aunque Free Our Feeds busca tender puentes con ActivityPub, donde está Mastodon o Pixelfed, el CEO de Mastodon dice que a él nadie le ha dicho nada y que usar ATProto en vez de ActivityPub es una oportunidad perdida. Mastodon se convierte en una organización sin ánimo de lucro.

Cada vez más gente se anima a probar Pixelfed, alternativa a Instagram (que Zuckerberg no te deja enlazar) en ActivityPub. El protocolo en el que está Bluesky tendrá otra red fotográfica y se llamará Flashes.

El Supremo ratifica por primera vez una condena a un youtuber por difamaciones. Por supuesto, el premio no podía ser de otro: Dalas Review. Tendrá que subir vídeos leyendo la sentencia.

El regulador bursátil de EEUU está investigando a Musk por cómo compró Twitter (44.000 millones se dejó). Le acusan de haber tardado en avisar que estaba comprando acciones como un loco: así pudo seguir comprando sin que el precio se disparara.

Dos denuncias en EEUU: una de la Comisión del Comercio contra General Motors por vender datos con la localización de coches (sin permiso de sus clientes) y otra de terceros contra contra Google por enviar datos a… China.